El frío de las últimas jornadas ha pegado duro y constante. No dispongo de una estadística concreta que avale mi afirmación, sin embargo mi cuerpo se ha sentido comparativamente más destemplado que en otros inviernos cercanos.
Esta estación viene acompañada por bajas temperaturas desde tiempos inmemoriales. Hay que transitarla, pandemia de por medio, tratando de no enfermarnos ni siquiera de un resfriado.
La crisis del coronavirus nos tiene a mal traer, aunque no debemos olvidar que el mundo tal cual hoy lo conocemos tuvo guerras mundiales, hambrunas, pestes, y otros malos episodios históricos que nos han provocado incluso más daño que este. Seguro saldremos como tantas veces lo hemos hecho, más o menos fortalecidos, dependiendo esto de muchos factores algunos de los cuales, aunque lo quisiéramos no manejamos por completo. Se me ocurre pensar que lo único que no podemos perder es la esperanza. Entrar en un ciclo de desánimo que nos haga bajar los brazos no es la mejor opción que nos queda, porque somos seres inteligentes que cada día nos enfrentamos a las más diversas circunstancias, las cuales nos ponen a reír y llorar. De eso se trata vivir.
Relacionado con esto de existir en este mundo compartido, declaro ser uno de los tantos lectores de portales de noticias por internet. Dentro de ese ámbito se han hecho repetitivas las publicaciones respecto del amor compartido entre varias personas. Un hombre relacionado amorosamente con dos mujeres, una mujer con dos hombres, convivientes o no en la misma casa, con todas las alternativas y variantes posibles. Se puede decir que está de moda hacer foco en una tendencia social de relacionamiento privado, mostrando todas sus aristas e indagando acerca de la frecuencia de su práctica. En mayor o menor medida hemos sostenido conversaciones sobre la conveniencia o no del poliamor.
Nuestro morbo hace que esas noticias impacten por encima de otras menos íntimas, que tienen reducido espacio para el debate o para emitir juicios de valor.
Un famoso actor de Hollywood, admitió que su esposa se había relacionado con otro hombre en una breve lapso de tiempo donde estuvieron distanciados. Ella salió a corroborar la información. Fue tema central de varias páginas web como uno de los acontecimientos del año.
En algunas sociedades más abiertas el tema dejó de ser impactante, ya que develar cuestiones íntimas no vende tanto como en otras latitudes.
La presencia, ausencia o proporción de relaciones amorosas de pareja basadas en el concepto de poliamor no es para novedoso.
Del mismo modo , pero ubicandonos ahora en un concepto de amor universal, aparecen reseñas de personas que toman en adopción niños huérfanos, abandonados, familias enteras constituidas para salvaguardar la crianza y la educación de niños sin posibilidades.
Familias tradicionales o ensambladas de divorcios anteriores donde se comparten muchas experiencias enriquecedoras, se han sumado a esta tendencia de compartir relaciones y objetivos comunes que agregan calidad a nuestras vidas.
Personas que dedican sus vidas a dar de comer a desposeídos, niños, ancianos en situación de calle, son otra faceta de este amor más despojado, que muestra la versión más solidaria del amor.
Amigos que transitan su vida, sus negocios, en una especie de ritual para coexistir con mayor fuerza, sobrellevando juntos el trayecto de la existencia en común, profesan un sentimiento bastante desarrollado: el amor de amigos.
El prefijo POLI que acompaña a la palabra AMOR, se impone desde los medios limitada a su uso vinculada con la pareja romántica, enamorada, cada vez más abierta y desprejuiciada.
En lo personal considero poco acertada la distinción del poliamor a un solo ámbito de las relaciones humanas.
Redoblando la apuesta considero innecesario gastar un prefijo de nuestra lengua en una distinción que carece de profundidad y deja de lado un sinfín de situaciones que no tienen nada que ver con el enamoramiento.
«Creo que tenemos la oportunidad de sostener el concepto de AMOR, como parte de un proyecto de vida general y compartido, que busque el bienestar como fin superador».
Quedarnos dando vueltas en un debate acerca de cuestiones éticas, morales o de funcionalidad de las relaciones de pareja entre personas adultas, nos hace perder de vista el inmenso potencial de construir una sociedad donde prime el AMOR.
Empatizar con situaciones donde podemos aportar nuestro granito de arena desde una visión más abarcativa nos pone en un peldaño superior.
Pocos dudan de los beneficios emocionales que brinda una relación de pareja, el compartir nuestras vidas con alguien especial. Las modalidades de esas sanas vinculaciones, dentro del respeto y fuera de los abusos nos pertenecen de manera personal.
Por ello el amarillismo exacerbado de nuevas maneras de compartir ese concepto no nos agregan mucho valor como comunidad.
El amor como concepto global y amplio seguirá su camino, poniendo en valor aquello que no se puede monetizar en dinero, acciones, propiedades o bitcoins.
Dedicar tiempo a cultivar relaciones poderosamente afectivas contribuye de manera notable a nuestro equilibrio personal.
Veamos al amor como ese sentimiento que se construye desde el corazón para abrir infinitas posibilidades de dar, ofertar, pedir, recibir, para que emerja de nosotros esa energía positiva que limita nuestros egoísmos y mezquindades. El amor nos permite expandir nuestras acciones más allá de nosotros mismos, nos hace dejar de creer que somos tan únicos y necesarios, nos muestra vulnerables y humanamente perfectibles.
El amor como esa manera mágica y misteriosa de aprender.
Mientras escribo estas líneas con pretensiones de trasmitir algo y generarnos alguna inquietud, mi corazón se emociona al mirar la foto de mis hijas que parecen sonreírme en este preciso momento.
La madre Teresa de Calcula nos regala:
«Cuando nos encontremos con el prójimo,
hagámoslo con una sonrisa…
porque una sonrisa es el comienzo del amor».
Ernesto Sábato:
«Es el otro el que siempre nos salva.
Y si hemos llegado a la edad que tenemos
es porque otros nos han ido salvando la vida,
incesantemente».
Rainer Maria Rilke:
«Amar es una oportunidad,
un motivo sublime que se ofrece
a cada individuo para madurar
y llegar a ser algo en sí mismo,
para volverse mundo».
Para finalizar se me ocurre preguntarte:
¿Cómo andas de amores…… que derriban temores?











